En mi closet no hay más que tres sostenes, cinco calzones, dos pares de alpargatas y veintitrés vestidos ¿Para qué? ¿Para quién? Para nadie. Por que ya no habrá más levantadas por una falsa, maldita, ingenua e infantil ilusión ¿Para qué vestirme ahora? ¿Cómo hacerlo?
Ya no existe el Pedro en mi vida, y ya nada es sin él. Nada. Sólo para él valía la pena madrugar, elegir los sostenes más lindos, esos que a él le gustaban , y salir por santiago sin rumbo fijo, y llorar cuando no estaba, y sufrir cuando me obligaba a subir a los teleféricos, y reír cuando nos escapábamos de los pacos en plaza Italia, y aburrirme en sus partidos de fútbol de día domingo, y aguantarme su aburrimiento cuando veíamos mis películas, y aguantarse él el mío cuando veíamos las suyas, y meternos en la ducha fría en verano, y en la tina hirviendo en invierno, y soportar nuestras espinillas por que era rico comer chocolate, y superar la timidez para que su familia me conociera, y sentirnos tan excesivamente bien que no era necesario salir de la cama cuando llovía, y escuchar la música tan fuerte que los vecinos alegaban, pero no nos importaba, por que nosotros éramos de otro planeta, y aquí solo jugábamos a ser humanos, como unos Playmobiles en el mundo de Nunca Jamás.
Ya no existe el Pedro en mi vida, y ya nada es sin él. Nada. Sólo para él valía la pena madrugar, elegir los sostenes más lindos, esos que a él le gustaban , y salir por santiago sin rumbo fijo, y llorar cuando no estaba, y sufrir cuando me obligaba a subir a los teleféricos, y reír cuando nos escapábamos de los pacos en plaza Italia, y aburrirme en sus partidos de fútbol de día domingo, y aguantarme su aburrimiento cuando veíamos mis películas, y aguantarse él el mío cuando veíamos las suyas, y meternos en la ducha fría en verano, y en la tina hirviendo en invierno, y soportar nuestras espinillas por que era rico comer chocolate, y superar la timidez para que su familia me conociera, y sentirnos tan excesivamente bien que no era necesario salir de la cama cuando llovía, y escuchar la música tan fuerte que los vecinos alegaban, pero no nos importaba, por que nosotros éramos de otro planeta, y aquí solo jugábamos a ser humanos, como unos Playmobiles en el mundo de Nunca Jamás.
El Pedro se fue, no me quiero vestir.
Mi Ramón se fué para no volver, esta vez sé que no volverá, aunque yo me aferre a ese tarro azul cobalto que tengo en mi dormitorio lleno de sus cenizas, aunque yo le siga hablando y abrazando.
ResponderEliminarPero él se fué al mes de casados, y me dejó gritos, insultos, golpes y desamor, con ello, (no con mi Ramón) viví 33 años, y aún así, lloro cada día su perdida.
Pero la vida sigue por increible que parezca y un día decidirás vestirte y salir a la calle y descubrirás que el sol sigue saliendo y te sentirás más fuerte que antes, porque has conseguido superar esa dura prueba, y querrás seguir viviendo para tí, para ver salir el sol y oir a los pájaros trinando y saber que tú has vivido un gran amor ( no todo el mundo es capaz). Ánimo.